Mientras la Consulta Indígena naufraga en diversos puntos del país el gobierno mantiene un forzado entusiasmo. Se anunció nueva estrategia para el segundo semestre.
Finalmente la Consulta Indígena tuvo que ser aplazada en La Araucanía. Lo informó el intendente Jorge Atton el pasado viernes; se suspende el proceso en nueve comunas y los equipos se repliegan para evaluar una nueva estrategia. Pasa que hasta ahora todo ha sido un desastre. De muestra un botón: de las siete comunas donde sí se pudo organizar diálogos con las comunidades, solo en una de ellas no hubo protestas o incidentes. No había que ser Nostradamus para adivinarlo.
Es lo que llama la atención en este tema; cualquier conocedor del conflicto sabría que tras el impacto público del caso Catrillanca plantear una consulta para modificar la Ley Indígena –“actualizar” dice el gobierno- era una equivocación profunda. Principalmente por aquello que el Convenio 169 establece como condición sine qua non para este tipo de iniciativas. Hablo del principio de la buena fe, es decir, aquello que la OIT entiende como un deber de honestidad, corrección y lealtad que obliga por igual a las partes que intervienen en el proceso.
¿Es posible continuar una consulta que tanto rechazo genera en el mundo indígena regional y nacional? El Gobierno, tozudamente, pareciera creer que sí es posible.
Seamos claros; en el actual escenario -casos Huracán y Catrillanca de por medio- el principio de la buena fe brilla absolutamente por su ausencia en la región. Las desconfianzas son la norma. También viejos temores que cada tanto reaparecen y nos distancian como sociedad regional. Hoy muchos mapuche no le creen al Estado. Y el Estado tampoco les cree a muchos de ellos. Puestas así las cosas; ¿Es posible continuar una consulta que tanto rechazo genera en el mundo indígena regional y nacional?
El Gobierno, tozudamente, pareciera creer que sí es posible. De allí el anuncio del actual “repliegue” de los equipos técnicos y la próxima entrada en escena del Ministerio Secretaria General de Gobierno, cartera a la cual Alfredo Moreno solicitó ayuda para reimpulsar un proceso que naufraga frente a sus ojos. De allí también las intervenciones del intendente de La Araucanía Jorge Atton, uno de los últimos actores políticos en ser incorporado (o arrastrado) a esta trama. Pero el forzado entusiasmo no es contagioso las filas del oficialismo.
“El ministro Moreno creó un Catrillanca 2... una buena iniciativa del Presidente se transformó en algo disociador con el pueblo mapuche ”, aseguró hace poco el senador de RN, Manuel José Ossandón, refiriéndose a la consulta y al agravamiento del conflicto en las últimas semanas. Yo no sería tan extremo como el "candidato" Ossandón. El ministro Moreno aún puede enmendar el error. Ello pasa por dejar la tozudez y atreverse a escuchar a quienes hoy legítimamente se oponen a un proceso viciado desde su origen. Se ve difícil pero no imposible.
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