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El Pacto de Quilín

No existe otro pueblo indígena en América que pueda vanagloriarse de haber derrotado al principal imperio colonial de su tiempo. Tal es la riqueza de la historia mapuche.



Hoy debería conmemorarse el Día Nacional Mapuche. Esto básicamente por el Pacto de Quilín, junta diplomática que tuvo lugar el 6 de enero de 1641 en las márgenes del río Quillén, cercanías del actual Perquenco. Allí la Corona española y las principales jefaturas mapuche acordaron pactar la paz (capitular) tras casi un siglo de cruenta guerra.

En ese Parlamento o Tratado los españoles reconocieron la independencia mapuche y el río Biobío como frontera natural entre ambos pueblos. Es un hecho excepcional en América y tal vez solo comparable (bien desde lejos) al trato especial que los Tlascaltecas lograron de España al colaborar militarmente con Hernán Cortés.

Pero los mapuche no lograron este estatus especial por colaborar con los invasores; todo lo contrario, lo hicieron guerreando contra ellos y enviando al cielo cristiano a gran parte de "la flor de sus Guzmanes". Lo recalca -con la elocuencia propia de nuestra oratoria- el propio jefe Butapichún en su discurso pronunciado en aquella histórica junta.


"No estimes en grande gobernador el triunfo de hoy (la paz) y el sujetarnos sin armas cuando muchas armas no han sido poderosas para sujetarnos. Ni pienses que el miedo o el temor nos obliga a rendirnos ante ti o tus soldados. Bien saben ellos como experimentados en la guerra que las veces que nos hemos encontrado, la fortuna nos ha dado tantas victorias que nos pudieran animar a conseguir otras muchas. Con la guerra vive el guerrero, con ella adquiere nombre y fama, y con el malón adquiere hacienda. Y a los que lo somos no nos viene mal la guerra, que como tus soldados la han apetecido, los nuestros la han deseado. Y si derramaste mucha sangre nuestra, no es poca la que vuestra vermegea por estos campos. Montones de huesos españoles están por estas quebradas blanqueando sin sepultura, calaveras tenemos en abundancia de gobernadores, capitanes y soldados valientes. Bien lo saben todos y bien lo pueden decir estas plantas mudas de Quilín, como se fertilizaron y corrieron por sus arroyos sangre que derramé en el campo español. Bocas se abren hasta ahora para publicar mi fama... cientos de españoles dejé muertos para triunfo de mis glorias y los demás dejé vivos para pregoneros de mi valor".


En Quilín españoles y mapuche acordaron básicamente no seguir en guerra y explorar, solemnemente, el camino de la diplomacia política. Es decir, el de la guerra por otros medios. Para los españoles significaba dejar de desangrar de soldados y recursos el empobrecido Reino de Chile. Y para los mapuche poder vivir relativamente en paz en sus comarcas.

Representados por Francisco López de Zúñiga, Marqués de Baides y Gobernador del Reino de Chile, la Corona reconoció a los mapuche en Quilín sus jefaturas, su derecho a no pagar impuestos, a no ser considerados una colonia ni ser obligados a servidumbre o esclavitud alguna. Ello, en lenguaje de la época, era ser personas libres.

Pero no solo eso. La Corona también se comprometía al respeto de sus usos y costumbres, lo que se vio reflejado en el propio valle de Quilín: aquella fue una junta donde el protocolo, la lengua y los ritos fueron tanto mapuche como españoles. "A dos lenguas, a dos culturas, con las ceremonias de unos y de otros", relata el historiador José Bengoa.

Los mapuche, por su parte, se reconocieron vasallos del Rey en una suerte de "subordinación negociada" donde éste por su parte les reconocía "fueros especiales" como sucedía (y sucede hasta nuestros días) con ciertas regiones de España como el País Vasco. Tal fue en trascendencia histórica el alcance de lo allí pactado por nuestros ancestros.

También el acuerdo obligaba a los mapuche, en tanto leales vasallos, a prestar armas y servicios como guerreros si la Corona así lo pidiese. Para el Rey era un tema de suma importancia. Lo ameritaba el genio militar de los mapuche y también el peligro holandés que merodeaba sus dominios en el cono sur del continente.

Dicho compromiso explicaría, dos siglos más tarde, el decidido apoyo mapuche a las fuerzas realistas en tiempos de la Independencia.

El Marqués envió las cartas a Madrid el mismo año 1641 y el pacto fue ratificado por el rey Felipe IV el 29 de abril de 1643, agradeciendo a su impulsor por "lo bien y prudente que os vais gobernando". De inmediato el texto fue incluido en el Libro de Tratados de la Corona, otorgándole un nivel de formalidad y de importancia inédito para un pueblo indígena de América.

Ello fue lo que se pactó en Quilín y con más o menos modificaciones, lo mismo se ratificaría en más de una treintena de parlamentos en los doscientos y tantos años siguientes de relación mapuche-española. Aconteció en el sur de Chile un 6 de enero de 1641, hace ya casi cuatro siglos.

Tal es la riqueza de la historia mapuche.



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