No es ningún secreto, los tiempos políticos no dan para mucho más. Crecimiento económico y presidenciales, las nuevas prioridades de La Moneda de cara al segundo tiempo.
Santiago dijo basta. La Moneda, que vive en otro calendario, en uno marcado por los tiempos políticos, nuevamente nos dejó solos y a la deriva. La escena se repite calcada desde comienzos de los noventa, cuando el conflicto étnico se tomó las portadas de los medios en Temuco. Desde entonces unos dicen no lo vieron venir, que el conflicto estalló en sus narices. Otros advierten, muy seguros, que trata más bien de comunistas reciclados en indigenistas, los infiltrados de siempre, eternos enemigos de la propiedad privada y del progreso.
Si leyeran un poco quizás lo sabrían. Que el conflicto no trata de lo uno ni lo otro. Tal como explica José Bengoa en varios de sus libros, hablamos más bien de una emergencia indígena continental, identificable de Alaska a la Patagonia y propia del empoderamiento político y cultural de los pueblos originarios en la escena internacional. Y cuyo combustible son injusticias de siglos que todos ven aplicar y a las cuales nadie le pone remedio pudiéndolo remediar. Lo cantaba la Violeta hace más de cincuenta años.
Pues bien, desde 1992 -año del Quinto Centenario, allí otro dato- hemos visto de todo: infinidad de promesas gubernamentales, planes Araucanía (ya van siete, todos fallidos), mesas de diálogo (una veintena, todas fallidas) y la región, como un eterno deja vu, de vuelta al mismo y fatídico punto de partida. Lo reconoció un empresario hace pocos días en Enela; el eterno retorno al conflicto en una región que -lo creemos firmemente varios– tiene todo para salir de la pobreza y el subdesarrollo. Del subdesarrollo económico y sobre todo del subdesarrollo mental, cosa seria por estos lados.
Así estamos. Sin agenda presidencial para la región, sin agenda legislativa indígena, sin diálogo político entre los actores del conflicto y con las confianzas entre el mundo winka y mapuche tal vez en su punto más bajo.
La salida de Alfredo Moreno del tema indígena demostró que hoy las urgencias del gobierno son el crecimiento económico y las próximas presidenciales. Tal vez siempre lo fueron, lo cierto es que ya no hay medias tintas al respecto. Los tiempos políticos no dan para mucho más, me confidencia una fuente de la Segegob. El primer tiempo culminó de manera desastroza en las encuestas y asegurar la continuidad de Chile Vamos en La Moneda -toda una obsesión del mandatario- requiere olvidarse de ciertos asuntos. Y de ciertas conflictivas regiones. Y de cierto buenismo del tipo 3xi.
Sí, nos dejaron solos. Y por más que el nuevo ministro Sebastián Sichel diga que se pondrá bototos y lo veremos activo en terreno, créanme, solo está vendiendo humo. Y por más que diga que la “agenda indígena” no está congelada, créanme, sí lo está. Allí, en el Congreso Nacional, duermen proyectos de ley pendientes hace al menos cinco administraciones. ¿Qué medidas legislativas en materia indígena podrá exponer Piñera al final de su mandato? Me atrevo a señalar que ninguna. Ni siquiera el “reconocimiento constitucional” que Sichel aseguró en Enela redactará de su propio puño y letra. Humo y más humo.
Así estamos. Sin agenda presidencial para la región, sin agenda legislativa indígena, sin diálogo político entre los actores del conflicto y con las confianzas entre el mundo winka y mapuche tal vez en su punto más bajo. ¿Qué nos queda? En las actuales y pesimistas circunstancias, con Evopoli (una vez más) solicitando militares en los campos, simplemente el ustedes versus nosotros. Ustedes habitando la Araucania que incorporó Cornelio Saavedra ochenta años tarde al Estado y nosotros el Wallmapu de nuestros heroicos ancestros. Y allí atrincherarnos. O bien puede que no.
¿Y si en vez de lamentarlo aprovechamos la oportunidad de hacer algo por nosotros mismos? Sociedad civil, universidades, gremios profesionales y productivos, comunidades, organizaciones e instituciones mapuche, las fuerzas vivas de una región cansada de la utilización política y las tomaduras de pelo. Hagámoslo nosotros. Sin Santiago y su centralismo, sin La Moneda y sus cálculos electorales. Les cuento algo, estamos solos. Y con el mismo viejo desafio por delante; aprender a convivir entre culturas en este bello rincón del planeta.
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