Las protestas antirracistas que recorren el mundo tras la muerte de George Floyd han puesto en discusión la historia y sus monumentos. El último en caer fue el rey Leopoldo II de Bélgica.
De a poco caen las estatuas de polémicos personajes alrededor del mundo. Esta semana fue el turno del rey Leopoldo II de Bélgica, esclavista europeo de triste recuerdo en el Congo y a quien el escritor Mark Twain retrató en una descarnada sátira a comienzos del siglo XX. El #BlackLivesMatter, las protestas antirracistas globales tras la muerte de George Floyd en Minneapolis, terminaron con el monarca refugiado en la bodega de un museo.
Mucho peor le fue a la estatua del comerciante inglés de esclavos del siglo XVII Edward Colston. Su figura de bronce se emplazó en 1895 en el puerto de Bristol y las solicitudes para su retiro se acumularon durante años. Hasta que la paciencia se agotó: hace unos días fue arrancada de su pedestal por manifestantes y luego lanzada al fondo del río Avon. Que allí permanezca es el deseo de muchos.
El año 2018, la estatua de un colega catalán de Colston, el Primer Marqués de Comillas, Antonio López y López, terminó sus días en un museo de Barcelona tras optar la ciudad por su retiro de la vía pública. Hacia 1850 López montó desde Cuba un verdadero holding empresarial esclavista que incluyó varias flotas de barcos y luego ferrocarriles y seguros. Se hizo millonario y pasó a la historia como un gran filántropo. Hasta que la memoria hizo lo suyo.
Largas luchas preceden este tipo de actos. Para algunos trataría solo de vandalismo, para otros, en cambio, de una necesaria y saludable revisión de la historia y sus relatos.
En Estados Unidos desde los años setenta el movimiento indígena ha rechazado la celebración del Columbus Day, la versión local del 12 de Octubre hispano. A la fecha más de 130 ciudades y siete estados han derogado la conmemoración, entre ellos el metropolitano Distrito de Columbia cuyo nombre está inspirado precisamente en el navegante genovés. En Washington desde 2019 se celebra en su reemplazo el Día de los Pueblos Indígenas.
Largas luchas alrededor del mundo preceden este tipo de actos. Para algunos trataría solo de vandalismo; para otros, en cambio, de una necesaria y saludable revisión de la historia y sus relatos.
Es una batalla que también han dado los afroamericanos.
El año 2017 la propuesta para retirar la estatua del General Robert E. Lee, quien luchó en la guerra civil en el bando de los Confederados favorables a la esclavitud, desató una oleada de graves incidentes en Charlottesville, Virginia. Allí los protagonistas fueron los supremacistas blancos opositores a la medida. Cientos marcharon por la ciudad, una demostración de fuerza que dejó muertos y cientos de heridos. Fue un recordatorio de aquella vieja herida racial estadounidense imposible de cerrar.
En Wallmapu también han sucedido cosas.
El año 1992, en el marco de la visita del Rey de España a Valdivia para las “celebraciones” oficiales del Quinto Centenario, varios bustos del fundador del Reino de Chile terminaron en el suelo. Pasó en Temuco, Concepción y también en Valdivia, la ciudad de los festejos. Lo mismo aconteció tras el estallido social de octubre pasado; Cornelio Saavedra, Teodoro Schmidt y el propio Valdivia, tres personajes históricos cuyas estatuas resultaron víctimas de la rabia ciudadana y la ley de gravedad.
En Puelmapu el escritor Osvaldo Bayer lideró por años el movimiento Desmonumentar a Roca, logrando que estatuas a su figura y calles con su nombre fueran retiradas de numerosas ciudades de Argentina. Un libro necesario para entender aquella lucha es Pedestales y Prontuarios (2019) del investigador Marcelo Valko. Allí las claves de cómo el patrimonio conmemorativo naturaliza ciertos relatos —aquellos que glorifican a las elites dominantes— ocultando el prontuario de muchos personajes tras el mármol.
Para ello sirve revisitar la historia, para comprender nuestro presente y construir entre todos un mejor futuro. Uno con más memoria y menos olvido.
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