El recrudecimiento de las protestas ha puesto nuevamente en la agenda el tema mapuche. Si bien existen acercamientos entre el ministerio de Justicia y los huelguistas, nada garantiza una solución.
Me preguntan en Santiago qué debe hacer el nuevo ministro del Interior Víctor Pérez para resolver el conflicto en el sur. Nada, respondo. Hablo en serio, nada. Sucede que su cartera siempre ha disputado con Desarrollo Social la preeminencia sobre el tema indígena y con resultados desastrosos. Prueba de ello fue lo sucedido en 2018 con los ex ministros Andrés Chadwick y Alfredo Moreno. Por un lado represión, por el otro intentos de diálogo que terminan en nada.
En La Moneda le llaman pomposamente estrategia de “cuerdas separadas” pero la verdad es que ambas cuerdas siempre terminan enredándose. Le pasó a Moreno con el Comando Jungla y el crimen policial de Camilo Catrillanca, ambas responsabilidades directas de Interior que terminaron saboteando su gestión. Esa disputa en La Moneda, posible de observar también en todos los gobiernos anteriores, es parte del grave problema que enfrentamos.
Resolver el conflicto —hablo del conflicto centenario entre el Estado y las primeras naciones— no será tarea del recién asumido Víctor Pérez. Tampoco de la actual administración de Chile Vamos. Será tarea de futuros gobiernos, de otros hombres y mujeres que superarán, uno esperaría que con mayor inteligencia y sabiduría, este momento gris y amargo. El segundo mandato del presidente Piñera, políticamente hablando, ya terminó. Es historia.
Piñera ya no gobierna para el país, gobierna para su coalición, para una descontenta base electoral que le reprocha haber sido demasiado débil a la hora de enfrentarse con “la calle”. No le perdonan haber “entregado” la Constitución de 1980 tras el estallido social. Tampoco no haber alineado al oficialismo tras la defensa del sistema privado de pensiones, el famoso 10% de las AFP, duro golpe para la ortodoxia neoliberal. No fue menor el enojo de sus socios controladores. A Blumel le costó la pega.
Resolver el conflicto —hablo del conflicto centenario entre el Estado y las primeras naciones— no será tarea del recién asumido Víctor Pérez. Tampoco de la actual administración de Chile Vamos. Será tarea de futuros gobiernos, de otros hombres y mujeres.
Derrota tras derrota, con niveles de aprobación por el suelo, La Moneda ha optado por un repliegue en su electorado más duro. Ello fue el cambio de gabinete, un alistar las tropas para la madre de todas las batallas: el plebiscito y la convención constituyente. He allí la principal preocupación actual del gobierno, evitar en octubre próximo una nueva derrota política, una que podría resultar devastadora para el propio futuro de la derecha como sector.
¿Qué debe hacer el ministro Pérez en el tema mapuche?
Nada. O quizás sí debe hacer algo: no torpedear las posibles negociaciones que el ministro de Justicia ya impulsa con los huelguistas mapuche. La solución a la actual crisis que se vive en Araucanía está en manos del ministro Larraín, no en el despacho de Pérez. Haría bien este último en restarse de cualquier protagonismo. Probado está, lo vimos en su visita a la región, que políticamente se comporta como elefante en la cristalería.
No es menor el desafío que enfrenta Larraín. Requerirá de su parte no solo de muñeca política. También de mucha visión de Estado. A su favor juega que ya pasó por esto antes, hace una década, siendo senador por la UDI. Pocos recuerdan su rol clave en la huelga de hambre que presos del FPMR, MIR y Lautaro —tres grupos “extremistas” para la derecha— mantenían en la Cárcel de Alta Seguridad (CAS) en pos de beneficios penitenciarios.
Aquellas negociaciones, que incluyeron el envío de dos proyectos de ley al Congreso, fueron lideradas por el ex vicario de la Pastoral Social, monseñor Alfonso Baeza, y contaron con el sorpresivo respaldo del entonces senador de oposición y líder de la UDI. En aquella oportunidad hubo indultos, conmutaciones de penas y beneficios para la mayoría de los huelguistas subversivos. Los presos mapuche, hasta donde sabemos, piden mucho menos que eso.