¿Qué lleva al historiador Sergio Villalobos a escribir este tipo de diatribas contra los mapuche en los diarios? Simple. La defensa de aquella vieja fábula llamada Estado-nación.
Es todo un clásico. Que cada cierto tiempo el historiador chileno Sergio Villalobos salga de su retiro y lance algún Exocet contra las reivindicaciones del pueblo mapuche. Esta vez el blanco de sus ataques fue el mapuzugun, nuestra querida lengua, tildada por el octogenario académico en las páginas del diario El Mercurio como una “lengua moribunda” e “inútil” en el mundo moderno. Y por la cual no valdría la pena invertir ningún duro.
Villalobos, oriundo de Angol, aquel viejo fuerte militar refundado por Cornelio Saavedra en 1862, no pierde oportunidad para este su pasatiempo favorito; deslegitimar la causa mapuche con argumentos cargados de prejuicios e inexactitudes. De muestra un botón: “Es curioso comprobar que no existe casi ningún estudio del mapuzugun realizado por los araucanos y han sido solo chilenos y extranjeros los que han elaborado tratados sobre la materia”, señala en su carta al director.
¿Hace cuántas décadas que don Sergio no sale de su casa? Lo pregunto porque cualquier investigador serio sobre el pueblo mapuche y su patrimonio cultural conoce del trabajo de Maria Catrileo, Elisa Loncón, Jaqueline Caniguan, Margarita Canio, Necul Painemal y otros destacados lingüistas mapuche, así como los aportes de kimche (sabios) y kimelfe (profesores) como Armando Marileo, Juan Ñanculef, Rosendo Huisca y Wenceslao Norín, entre otros.
¿Qué lleva al premiado historiador chileno a escribir este tipo de diatribas en los diarios?
Es simple. Villalobos hacer pasar por tesis académica una posición que es claramente ideológica respecto del pueblo mapuche y sus demandas. Él es un defensor y promotor de la uniformidad cultural, lingüística y racial que caracteriza la idea decimonónica del Estado-nación y que, a juicio de sectores conservadores, buenos resultados habría dado a Chile. De allí su porfía en subrayar que no existimos. Solo seríamos mestizos chilenos o bien "chilenos con ascendencia araucana", asegura.
Por suerte en la actualidad muy pocos piensan como Villalobos. Incluso en su sector, el nacionalista-conservador que tan fielmente representa en sus cartas al director, tiene reconocidos detractores.
Aquella no es una tesis académica, es claramente una posición ideológica. Villalobos interviene en el debate público no como académico; lo hace esgrimiendo argumentos políticos que trata mañosamente de hacer pasar por argumentos históricos. Lo suyo es "civilización versus barbarie", idea propia de las elites del siglo XIX que moldearon nuestras repúblicas. Su racismo científico no difiere mucho de Barros Arana, Sarmiento o Vicuña Mackenna, intelectuales con quienes de seguro se siente muy cómodo.
Por suerte en la actualidad muy pocos piensan como Villalobos. Incluso en su sector, el nacionalista-conservador que tan fielmente representa en sus cartas al director, tiene reconocidos detractores.
“La noción de que la sociedad chilena tiene una deuda histórica con los mapuche corresponde plenamente a la realidad. Al fin y al cabo, eran los originales pobladores de la tierra y fueron tratados -en forma sucesiva por el Imperio español y por la República- de una manera injusta y lesiva para su dignidad, intereses y cultura”, escribió en el año 2000 el historiador Gonzalo Vial Correa en respuesta al negacionismo crónico de Villalobos.
Según Vial, los deudores con los mapuche serían todos los chilenos, subrayando que el centro del problema sería aquel de una cultura vernácula bajo amenaza. "La cultura de esta etnia, su antigua forma material y sobre todo espiritual de vida, se hallan amenazadas de disolución. El pago de la deuda histórica consiste en impedir esa disolución, de modo que fiel a sus orígenes y centralidades se desarrolle y crezca libremente”.
“No nos venga, sin embargo, la tentación maligna de pensar que habiendo adelantado tanto en su aniquilación lo mejor fuese terminar esta tarea, consumar el delito. Porque el mapuche, sin que nos diésemos cuenta, ha ido adoptando instintivamente la única política que podía salvarlo de nosotros: crecer, aumentar en número. Así, nuevamente, el formidable estratega ha derrotado merecidamente al huinca”, concluyó.
Aquello también fue un Exocet pero de vuelta contra Villalobos. Y uno sorpresivo, inesperado para el polémico historiador. Convengamos que no todos los días un exministro de Educación de la dictadura de Pinochet como Vial te pide -respetuosamente- que te bajes del pony.
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