Es la segunda vez que Pedro me invita a comentar algunos de sus libros. La respuesta puede ser simple: o lo hago muy bien o sencillamente no le quedan amigos. Espero que sea la primera. Por eso quiero agradecer a Pedro el acto de confianza y darme el espacio de auto ego para agradecer las referencias en su libro a mis escritos en The Clinic y a mi libro “Malon, la rebelión del movimiento mapuche”. Sinceramente no lo esperaba y fue una extraña sensación leerse en medio de un contexto clave en la trama del libro.
He leído, posiblemente, gran parte de lo que ha publicado Pedro. Desde sus escritos de Autonomía como un joven miembro de la CAM; sus columnas en Punto Final como miembro del Kolectivo Lientur. Luego sus editoriales, entrevistas y escritos políticos en Azkintuwe a partir del año 2003, una importante creación colectiva que impulsó Cayuqueo. Un hito en las escrituras de nuestro pueblo, las que fueron recopiladas en su segundo libro: “La voz de los Lonkos”.
Fui un profundo lector de sus columnas en The Clinic, lugar que además coincidimos en el ámbito intelectual y donde finalmente nos conocimos en persona. Aquellas columnas salieron publicadas en su libro “Solo por ser indios”. Ahora lo leo en Voces de La Tercera. Y estamos en presencia de su cuarto libro, pero diría con el respeto a Pedro, que éste sea tal vez su verdadero primer libro de largo aliento.
En estos múltiples cambios, he visto la transición del pensamiento de Pedro, que más que rupturas cruciales, diría que existe un cambio en la estrategia de cómo avanzar para conquistar los derechos fundamentales como pueblo. Mucho de ello plasmado en el actual libro que comentamos: “Huenchumilla”. ¿Cuál es la continuidad? un pensador mapuche que sueña con una “ruca grande” en que todas las particularidades de esta ‘comunidad imaginada’ sean vista como sujetos portadores de derechos colectivos. Una sociedad en que la segregación no tenga espacios, cabidas.
Honestamente de todo lo que he leído de Pedro, “Solo por ser Indios” estaba en mi auto ranking, pero ahora se desplaza al segundo lugar ascendiendo “Huenchumilla”. Me gusta menos -tal vez porque tengo más discrepancias políticas- “Esa ruca llamada Chile”, libro que recopila sus columnas principalmente en el diario La Tercera.
¿Frente a que Pedro estamos al leer “Huenchumilla. La historia del hombre de oro”? El mismo en ideas. El que sueña con un Wallmapu libre. Pero eso es insuficiente para destacar este libro. Creo que la pluma de Pedro es clave para hacer este libro atractivo.
Si algo fascina del libro, es la unión entre rock, historia, investigación, sarcasmos y el planteamiento político. Eso no solo está dado por el talento, sino también, por el trabajo y la experiencia que Pedro acumula como miembro más activo que pasivo del movimiento mapuche. En este libro se notan sus viajes fuera de Chile, el aprendizaje de otros pueblos en resistencia, y sus propias aspiraciones como actor político. Aunque no necesariamente se denota en las escrituras, creo que hay mucho de la pluma del Subcomandante Marcos en el estilo. La gran rebelión que Cayuqueo vio en sus tiempos de estudiante de Universidad.
Cuando leemos a Pedro, vemos a un periodista orgánico -en la perspectiva de Gramsci- de un pueblo que lucha por conquistar su autodeterminación. Y si bien como periodista intenta ser ‘objetivo’, no hay que haber leído todo lo publicado para darse cuenta sobre su posición política.
Frente a eso y para dilucidar dudas. ¿Es una biografía de Huenchumilla? ¿Son la versión mapuche de “Biografía a dos voces” que Ramonet hizo con Fidel Castro? ¿O es una extensión a partir de Huenchumilla del pensamiento de Cayuqueo? Si uno le preguntara a Pedro ahora, diría “es un libro de investigación periodística”. Pero si uno le preguntara “es un libro de periodismo”, diría “sí, pero tiene un planteamiento o una posición política”. Y ese me parece un aspecto interesante del libro: pero que pensamiento político ¿Huenchumilla o Cayuqueo?
Ambos, es el diálogo entre un Jaramillo que comienza en los 90’, con la emergencia indígena a ser Huenchumilla y Cayuqueo lo fuerza para que se convierta en la versión mapuche de Barack Obama. El hombre que puede terminar escribiendo las páginas de esa “ruca grande” que imagina Pedro, para que desafíe al Estado chileno a partir “de los sueños de mi abuelo”, porque el papá de Huenchumilla era estrictamente difícil como se percibe en el libro. No tan distante a la historia de Obama. Con una excepción: no es hijo abandonado por el padre.
Cuando leemos a Pedro, vemos a un periodista orgánico -en la perspectiva de Gramsci- de un pueblo que lucha por conquistar su autodeterminación. Y si bien como periodista intenta ser ‘objetivo’, no hay que haber leído todo lo publicado para darse cuenta sobre su posición política. Pero antes de entrar a ello, me gustaría darme el espacio de comentar un aspecto más del libro. Qué bien logrado el capítulo de “La Guerra”, con el cual abre la trama, con ese precioso diálogo de “Danzas con Lobos”.
A partir de este capítulo comienza a desarrollar la historia chilena y mapuche insertando al personaje de su obra: la figura de Huenchumilla. Lo hace uniendo el cine, las bandas de rock y los líderes políticos que Cayuqueo tiene como referentes. En esa libre escritura, Pedro va tejiendo gradualmente sus hobbies: la lectura, su amor por el cine y las series norteamericanas. Esos conocimientos hacen este libro el top one.
A partir de estos conocimientos, Cayuqueo se inscribe como un escritor de la descolonialidad. Mira el pasado como un proceso continuo de luchas de resistencias por mantener con vida a la “raza”, como decían los abuelos. Re-interpreta el pasado, y como dice Eric Hobsbawm, también hace una “invención” de una tradición. En este caso política al ver en el primer siglo del movimiento mapuche contemporánea como una “época dorada” del pensamiento político. Más allá si es cierto o no, Cayuqueo se inserta como un hijo del presente que mira el pasado como pueblo para fundamentar un futuro de aspiración libertaria. Creo que eso es un aporte y una pieza central del libro “Huenchumilla”.
II
Este es un libro político. De dos búfalos, Huenchumilla que conoce muy bien del oficio y de un pensador político que es Cayuqueo. Algo tienen en común: la solución a esta lucha por derechos civiles pasa por abrir espacios políticos. Por lo tanto, la tesis del libro es que esta lucha por autodeterminación es política. No es policial, no es de criminalidad. Es de pensar un nuevo contrato social en que las nueve naciones originarias tengan el derecho de ejercer su derecho humano a la autodeterminación a partir de mecanismos y dispositivos de autonomía. Lo que Huenchumilla llamó en su propuesta al gobierno un “camino hacia un Estado Plurinacional”.
“Permítame aventurar una posible respuesta -dice Cayuqueo-. La historia de Francisco Huenchumilla Jaramillo, padre mapuche y madre española, es también la historia del conflicto chileno-mapuche al sur del río Biobío. Es la historia del Temuco racista de su infancia, de los colonos y sus clubes con nombre europeo y es la historia de un mapuche ex diputado, subsecretario, ministro, alcalde e intendente que nunca dejaría de sentirse como el ‘negrito de Harvard’”.
Efectivamente, a partir de la biografía de don Francisco podemos dilucidar que una solución política a este desencuentro es reconociéndonos todos que culturalmente somos más mestizos. Por lo tanto, la solución política será en la misma índole. Una sociedad que vea en lo indígena no la culpa del subdesarrollo, sino una filosofía de vida que potencia un desarrollo de equilibrio entre la modernidad y la naturaleza. Un Buen Vivir. Una república que transite desde la particularidad a la colectividad. Porque finalmente es la particularidad, la homogeneidad cultural lo que ha terminado por mostrar síntomas de agotamiento.
El libro de Pedro es una ruta de solución. Un llamado a transitar por la vía pacífica hacia la autodeterminación, descender los niveles de las violencias en esta disputa por derechos civiles. En ese aspecto un “mapuchizado” como Huenchumilla podría cumplir un rol en esta historia.
Esa intolerancia a lo distinto -no ‘occidental’ creencia del siglo XIX- gestó que los intolerados hoy han terminado siendo horrendamente intolerantes, en momentos. No me refiero al mundo mapuche, me refiero a los últimos sucesos a nivel internacional. A esa nueva “Cruzada” entre ahora la Ilustración y la teología. Lo que erróneamente Punto Final llamó en su portada el Frankenstein de Occidente. ¿Porque error? porque Frankenstein era honesto, un buen tipo, humano, pero son los ilustrados los que lo rechazan. El ISI por eso no es Frankenstein, está lejos de aquello. Es fascismo. Fascismo religioso.
Volviendo.
El libro de Pedro es una ruta de solución. Un llamado a transitar por la vía pacífica hacia la autodeterminación, descender los niveles de las violencias en esta disputa por derechos civiles. En ese aspecto un “mapuchizado” como Huenchumilla podría cumplir un rol en esta historia. Retomar las sendas de los abuelos, como llama Pedro al tiempo que los dirigentes del primer ciclo del movimiento mapuche contemporáneo ocuparon los escaños del Congreso para defender a “la raza”, el concepto de la época. Discrepo si aquella fue la “época dorado política mapuche” y discrepo si el actual desarrollo político del movimiento sea un extravío de esas huellas. Son dos contextos diametralmente distintos, dos procesos históricos de la misma índole. Y un Estado chileno distinto.
Algo sí tienen en común el contexto de inicios y mediados del siglo XX con el de fines de ese siglo y los albores del XXI: ambos nacieron para revertir lo que Pedro llama la “Conquista del País Mapuche”.
III
Es interesante el proceso de mapuchización de Huenchumilla, proceso paralelo al de otro dirigente de estos tiempos, Héctor Llaitul. El contexto de emergencia indígena de América Latina y el proceso endógeno de los mismos mapuche crea un proceso político crucial en plena transición democrática. Esa ideología, esa lucha por el poder político ha gestado una hegemonía social que no ha sido entendida desde los gobiernos. La lucha por poder político es compleja, en momentos sectores del movimiento al encerrarse en una estrategia abandonan esa aspiración de poder. Esa lucha es por hegemonía. Interesante es la reflexión de Huenchumilla en ese aspecto cuando dice en el libro:
“Nosotros tenemos que cambiar la mentalidad de nuestra gente, hacerle entender lo que significa el poder político para el Pueblo Mapuche. Si no se logra esto va a ser muy difícil progresar como pueblo y seguiremos demandando tierras y ayuda social, lo que no es solución. Es parte de la solución, pero no es el fondo del problema. El fondo, es de carácter político y tiene que ver con la disputa de poder”.
Eso significa, a mi parecer, aceptar que es difícil en política tener una verdad absoluta, que los principios son un eje que fortalece la lucha por derechos civiles, pero que no pueden encerrarse en sí mismos. Que hay que buscar aliados políticos antes que enemigos. Para el caso del movimiento por autodeterminación, generar un discurso público que sea universal antes que particular. Evitar el aislamiento. Evitar quedar reducidos a una práctica política. Significa crear una estrategia para crear una ruptura en un corto plazo y avanzar en la utopía de nuestra gente.
Para finalizar, creo que “Huenchumilla. La historia del hombre de oro”, relata bien los múltiples caminos para defender la “raza” a lo largo del siglo XX. Como dice don Francisco, la actitud cívica de los mapuche y que Cayuqueo refuerza en las vías políticas e institucionales que han tenido los políticos del movimiento en su largo caminar. Esa incomprensión de parte de los conductores del Estado, esa incapacidad de mirar un futuro con y en derechos, es lo que ha hecho crecer la violencia en este desencuentro. Esa incapacidad de ver a los mapuches no como hijos a tutelar. Forzar ese cambio cualitativo, abrirá las puertas y fortalecerá una democracia inclusiva para el futuro de todas y todos.
Por Fernando Pairican